La Bolsa de Comercio de Rosario, emplazada en uno de los complejos agroindustriales más dinámicos del mundo, se transformó en una caja de resonancia de todo lo importante que ocurre en la región. En esta institución, que se alza en la emblemática esquina de Córdoba y Corrientes, funcionaba la tradicional antigua Rueda de Cereales. Allí, hombres de traje, sombreros grandes y bigotes pronunciados, negociaban a viva voz el precio de los cereales.
Hoy, algunas costumbres evolucionaron y otras fueron quedando atrás. Los tiempos cambiaron y las mujeres también forman parte de la imagen completa que representa a la agroindustria. Su inclusión es un pilar fundamental para el desarrollo económico y productivo del campo argentino. Están presentes en todos los eslabones de la cadena productiva agropecuaria: son pequeñas y grandes productoras, acopiadoras, corredoras, ganaderas, tamberas, apicultoras, agricultoras, emprendedoras, técnicas, científicas, ingenieras y empresarias.
A partir de 1860, en vísperas de una Argentina agroexportadora, en Rosario se constituyó el principal y único mercado físico de granos en nuestro país. El recinto de operaciones, vertigonoso punto de encuentro de operadores y centro de informaciones para la comercialización de granos, se consolidó como un espacio de referencia.
Es en ese lugar, donde Mirian Duré (Escuela El Embudo), Mónica Lucero (Las Chicas del agro), Guadalupe Covernton (Red de Mujeres Rurales) y Anaclara Dalla Valle (Sostenibilidad y Fundación BCR) alzaron la voz para visibilizar los desafíos que enfrentan en el sector agropecuario y poner en evidencia cómo, paso a paso, se convirtieron en protagonistas en un ámbito liderado en su mayoría por hombres. El encuentro, que se llevó a cabo el pasado 14 de julio, fue organizado por la Bolsa de Comercio de Rosario y Letra P. La moderación del panel estuvo a cargo de Ingrid Beck, periodista y activista por los derechos de las mujeres.
“Hace 14 años que trabajo en áreas comerciales relacionadas a la agroindustria. Podría decir que tuve dos desafíos. El primero, relacionado a lo personal: no sobreadaptarme ni masculinizarme. Intentar seguir siendo yo misma, tener mi propia impronta y no tratar de pasar desapercibida para ser una más. El segundo, entender que si bien en el agro trabajamos muchas mujeres, al ser menos que los hombres, a veces nos sentimos solas. Entonces, trabajar en equipo es clave”, expresó Mónica Lucero, gerenta de Línea de Producto para Sudamérica en una agroexportadora.y cofundadora de “Las chicas del agro”, una asociación civil que tiene como fin inspirar, incorporar y acompañar la trayectoria de las mujeres en la agroindustria.
Por su parte, Guadalupe Covernton, integrante de la Red de Mujeres Rurales, que busca potenciar a las mujeres rurales a través de la visibilización y articulación de diversas acciones, destacó que se está transitando una etapa de transformación en el sector. “El objetivo es potenciar, dar visibilidad y ayudarnos entre nosotras. No somos la primera generación que se dedica a esto, pero nos falta para lograr un cambio profundo. Es importante que las mujeres tengan acceso y no tantas limitaciones, que puedan ocupar puestos en la toma de decisiones”, agregó.
En Argentina, según datos recolectados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres participan de la labor agrícola, las organizaciones rurales, las cooperativas y las asociaciones en igual medida que los hombres. Sin embargo, cuando se trata de puestos de liderazgo, esa participación es nula o representa menos de un 10% del total.
Además, indican que las mujeres rurales son un cuarto de la población mundial, responsables de más de la mitad de la producción de alimentos. “Si hoy se cumplieran los derechos de las mujeres rurales se podrían producir entre un 20% y un 30% más de alimentos en el mundo. Lo que significa 150 millones de personas menos con hambre en el planeta, casi 4 veces la población de la Argentina”, resaltan en el informe.
Anaclara Dalla valle, gerenta de Fundación y Sostenibilidad de la Bolsa de Comercio de Rosario, enfatizó en la necesidad de celebrar los logros al instalar estos temas en la agenda: “Nosotras tenemos poca capacidad de autoreconocimiento al lograr sensibilizar sobre género. Hay un desafío en cómo instalamos estos temas y hackeamos el sistema para que eso que nos conmueve no se nos vuelva en contra. Es poderoso llegar a estos lugares y que se den estos debates. Tenemos que generar equipo desde las diferencias”. En esa misma línea, agregó que “luchamos contra un modelo cultural, con exigencias que son estereotipadas”.
En ese sentido, Miran Duré, directora rural de la escuela N°45 “Martin J. Thompson” en las islas de Victoria, Entre Ríos, dijo que en su lugar de trabajo el desafío es doble porque “la figura de la mujer está alejada, no toma protagonismo. Es muy difícil estar en una zona fuera de las redes, de la ciudad, donde no conocen otra manera de vivir”.
En una investigación, llevada adelante por la Comisión Interamericana de Mujeres, se reveló que las mujeres rurales sufren mayores desigualdades. Tienden a ser las más perjudicadas por la situación de pobreza, ya que gran parte trabaja en el sector informal y percibe remuneraciones inferiores a las del hombre por las mismas tareas. Esto genera que tengan mayores dificultades en el acceso a la tierra, a los créditos y a la educación.
La docente, que es apicultora y trabajadora rural desde pequeña, fue una de las articuladoras claves en el proyecto de desarrollo de comunidades en las Islas, que se viene realizando desde 2020 en conjunto con la Fundación de la Bolsa y otras entidades de Rosario. “En mis años de trabajo demostré que no hay tareas de hombres o de mujeres. Mis estudiantes reconocen eso y no tienen límites”, manifestó.
Sin dudas, este encuentro de mujeres líderes amplió la foto del campo argentino, incorporando voces y rostros femeninos. El reconocimiento, la igualdad de oportunidades y la legitimidad en los espacios de toma de decisión son los retos principales para alcanzar, junto a los hombres, un desarrollo económico y productivo sostenible.